En un giro preocupante de eventos, Colombia enfrenta su séptima masacre del año 2024. El tranquilo amanecer del domingo en Pitalito, un municipio ubicado en el corazón del departamento de Huila, se vio brutalmente interrumpido por una violencia inaudita. Sujetos armados irrumpieron en el barrio Madelena, desencadenando un acto de barbarie que se suma a una serie de incidentes similares que han sacudido al país en los últimos tiempos.

El ataque, calculado y despiadado, se cobró la vida de tres personas. Entre ellas, Andry José Gonzales Reyes, de 25 años; Faiber Ricardo Callejas, de 31 años; y Dubey Cardona Chavarro, de 30 años. Este último, aunque luchó valientemente por su vida, sucumbió a sus heridas en un centro asistencial, marcando el triste final de un episodio de violencia que ha dejado una profunda cicatriz en la comunidad de Pitalito.

La organización Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) ha sido vocal en su denuncia, exponiendo la gravedad de estos acontecimientos ante la mirada nacional e internacional. Pero más allá de las cifras y los nombres, este suceso refleja un problema más profundo, una crisis de seguridad que ha venido gestándose y que se manifiesta en el terror que ahora recorre las calles de Pitalito.

La Defensoría del Pueblo, consciente de la creciente tensión, había emitido previamente alertas sobre los riesgos asociados con la presencia de actores armados. La alerta AT030/23, en particular, señalaba el peligro que representan las confrontaciones entre estructuras ilegales, así como los negocios turbios del microtráfico y las prácticas de amenazas y extorsiones. Esta advertencia, desafortunadamente, se ha materializado de la manera más sombría posible.

Este último incidente se inscribe en una serie de tragedias que han golpeado a Colombia en los últimos años. Durante el 2023, el país fue escenario de 93 masacres, resultando en la pérdida de 300 vidas. Un número igualmente alarmante se registró en 2022, presentando un panorama desolador y un desafío mayúsculo para las autoridades y la sociedad colombiana.

La séptima masacre de 2024 no es solo un titular en las noticias; es un llamado a la reflexión, un urgente recordatorio de la necesidad de abordar de raíz las causas de esta violencia. Mientras Pitalito llora a sus muertos, Colombia busca respuestas y soluciones que puedan restaurar la paz y la seguridad en sus comunidades, deseosas de cerrar este doloroso capítulo de su historia.