Desde el 29 de enero, Ecuador ha sido azotado por fuertes lluvias que han dejado un saldo trágico de al menos seis muertos y más de 27,000 afectados. Las precipitaciones incesantes han causado estragos en diversas partes del país, poniendo a prueba la capacidad de respuesta de las autoridades y de la población. La Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) ha divulgado cifras alarmantes que reflejan la magnitud del desastre: 295 personas han quedado damnificadas, 50 viviendas han sido destruidas y otras 5,401 han sufrido daños menores. Además, la infraestructura vial ha sufrido considerablemente, con 17.99 kilómetros de carreteras afectadas y 35 puentes dañados, de los cuales cuatro han colapsado completamente.

La destrucción no se limita a la infraestructura habitacional y vial; el sector educativo y de salud también ha sentido el impacto, con 102 edificaciones afectadas. Las pérdidas agrícolas también son significativas, con 1,135.27 hectáreas de cultivos dañados, lo que augura un duro golpe a la economía local y a la seguridad alimentaria de la región.

La situación se agrava al considerar que desde el inicio de las lluvias, la SGR ha registrado 567 eventos peligrosos en 23 de las 24 provincias del Ecuador. Estos eventos incluyen inundaciones, deslizamientos, colapsos estructurales, socavamientos, vendavales y hundimientos. Es particularmente preocupante que las provincias costeras de Guayas, Los Ríos, Manabí, Esmeraldas, Santa Elena y El Oro sean las más afectadas, aunque los eventos no se limitan a estas áreas.

El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) ha emitido advertencias de un estado de amenaza meteorológica entre "alto y muy alto" debido a las lluvias y tormentas de alta intensidad que se concentran especialmente en la región costera y las estribaciones de la cordillera andina. Sin embargo, las advertencias se extienden a todo el territorio ecuatoriano, incluidas las regiones andina, amazónica y la insular de las Islas Galápagos.

El Inamhi señala que el actual escenario climático se debe a varios factores, entre ellos, la elevada temperatura de la superficie del mar frente a las costas ecuatorianas, conocida como el fenómeno de El Niño, y la incidencia de la zona de convergencia intertropical. Estos elementos combinados han exacerbado las condiciones meteorológicas, resultando en precipitaciones extremas que han superado la capacidad de absorción del suelo y las medidas de prevención existentes.

La crisis en Ecuador es un claro recordatorio de la vulnerabilidad de las sociedades ante fenómenos climáticos extremos y la importancia de implementar estrategias de adaptación y mitigación. Mientras el país se esfuerza por recuperarse y atender a los afectados, la comunidad internacional observa y reflexiona sobre la necesidad de una acción climática más decidida y cooperativa para enfrentar los desafíos que el cambio climático presenta a nivel global.