En un contexto global donde la ultraderecha gana terreno en diversas naciones, México se presenta como un caso atípico. Antes de las elecciones de junio de este año, el país ha logrado frenar el avance de políticas extremistas, una hazaña notable en comparación con sus vecinos y otras naciones. 

Eduardo Verástegui, un actor convertido en político, intentó posicionarse como un candidato independiente en las elecciones presidenciales. Con una plataforma en contra del aborto y a favor de la familia tradicional, buscaba hacer eco de líderes ultraderechistas como Trump, Bolsonaro y Milei. Sin embargo, no logró obtener las firmas necesarias, un reflejo de la compleja burocracia electoral de México. Este resultado subraya la resistencia del país a la ultraderecha, un fenómeno influenciado por razones históricas y actuales.

Históricamente, México ha navegado en aguas políticas distintas a sus vecinos. Durante años, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantuvo un control casi absoluto, limitando el espacio para políticas extremas. Esta "dictadura perfecta" creó un entorno donde la extrema derecha tenía poco espacio para crecer.

En la actualidad, México disfruta de una estabilidad económica que disuade las revueltas sociales, a menudo caldo de cultivo para movimientos radicales. Las redes sociales, a pesar de su influencia, no han logrado establecer un terreno fértil para la ultraderecha.

El sistema electoral mexicano presenta desafíos significativos para los candidatos independientes y la formación de nuevos partidos. Los requisitos de firmas y la distribución equitativa de apoyos entre los estados hacen que sea especialmente difícil para candidatos sin respaldo partidista, como Verástegui, ganar tracción.

Aunque la ultraderecha no ha encontrado un fuerte respaldo en México, la derecha tradicional sí ha tenido presencia, particularmente a través del Partido Acción Nacional (PAN). Este partido, que finalmente rompió el monopolio del PRI en el cambio de siglo, ha sido el refugio para aquellos con inclinaciones conservadoras, aunque no necesariamente extremas.

La ultraderecha mexicana ha mostrado conexiones con movimientos similares en España y otras partes del mundo. Sin embargo, intentos de alinear México con estas corrientes han encontrado resistencia, tanto dentro del PAN como entre la población en general.

La llegada al poder de Morena, con Andrés Manuel López Obrador, marcó un cambio significativo en el panorama político mexicano. Con promesas de abordar temas como la inseguridad y la economía, Morena ha mantenido una popularidad considerable, ofreciendo una alternativa a las políticas tradicionales del PRI y el PAN.

A pesar de los intentos por ganar influencia, la ultraderecha en México enfrenta obstáculos significativos. La combinación de un sistema electoral complejo, una economía estable y una cultura política que tradicionalmente ha resistido a los extremos, presenta un desafío formidable para cualquier movimiento ultraderechista.

el caso de México es una muestra de cómo la historia, la cultura y la estructura política pueden influir en el panorama político de un país. A pesar de las tendencias globales, México ha logrado mantener un curso distinto, resistiendo la ola de ultraderecha que ha impactado a muchas naciones.