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En el torbellino de cambios que define nuestra era, la educación emerge como un faro de esperanza y un desafío monumental, especialmente en tierras argentinas. La celebración del Día Internacional de la Educación nos invita a reflexionar sobre la situación crítica que enfrenta el sistema educativo en Argentina, un país que, a pesar de consagrar la educación como un derecho en su Constitución y en legislaciones como la Ley 26.206, está experimentando un preocupante retroceso en el acceso a la educación formal. Este escenario se torna aún más dramático al observar que cada ocho minutos, un estudiante argentino abandona la escuela secundaria, y que de aquellos que logran culminar sus estudios, solo una minoría demuestra dominio en áreas clave como Matemáticas. 

Este panorama nos ubica en una encrucijada crítica, pero también revela una oportunidad única: la Revolución del Trabajo y la Transformación Digital están redefiniendo el tejido de nuestra sociedad, demandando un nuevo conjunto de habilidades y competencias. En este contexto, se vuelve imperativo replantear y reforzar los fundamentos de nuestro sistema educativo, asumiendo la tecnología no como un mero complemento, sino como un pilar central en esta transformación.

La tecnología digital, con su omnipresencia y capacidad para desdibujar las fronteras entre lo real y lo imaginario, ofrece un sinfín de posibilidades para reinventar la educación. Cada 36 meses, el sector de la tecnología educativa experimenta una metamorfosis, abriendo nuevas avenidas para el aprendizaje y la integración. En un mundo donde la tecnología accesible se convierte en un aliado inestimable para personas con discapacidad, y donde dispositivos innovadores están reemplazando las herramientas tradicionales de apoyo, la educación no puede quedarse atrás. 

La Declaración Universal de los Derechos Humanos nos recuerda que la educación debe ser un vehículo para el pleno desarrollo humano, el fortalecimiento del respeto a las libertades fundamentales y la promoción de la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y grupos. En esta nueva era, debemos expandir nuestra concepción del derecho a la educación para abarcar y aprovechar el potencial de la tecnología. 

Argentina, enfrentando su emergencia educativa, tiene ante sí no solo un desafío, sino también una oportunidad dorada. Priorizar la formación en habilidades y competencias pertinentes a nuestra era digital es crucial. Transformar esta necesidad en una oportunidad significaría abrir las puertas a un futuro prometedor para todos los argentinos, garantizando la inclusión en programas de desarrollo laboral y emprendedor. La clave está en asegurar una accesibilidad amplia y efectiva a través de la implementación inteligente de la tecnología.

Esta es la encrucijada que enfrenta la educación en Argentina. La tecnología, en su rol transformador, ofrece un camino lleno de posibilidades. Es tiempo de abrazar este cambio, de reinventar el proceso educativo y de asegurar que cada ciudadano argentino, independientemente de su origen o circunstancia, tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial. La tecnología no es solo una herramienta, es el puente hacia un futuro donde la educación es verdaderamente inclusiva, relevante y capaz de cumplir con las promesas de nuestra era.

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