Argentina enfrenta una crisis silenciosa pero mortífera: la violencia de género. Cada 26 horas, una mujer es asesinada, un patrón devastador que pone en evidencia la magnitud del problema. Las cifras no solo son alarmantes, sino que también revelan una realidad más oscura y profunda. La Dra. Cecilia Canevari, del Instituto de Estudios para el Desarrollo Social (INDES), describe el femicidio como "la punta de un iceberg". Debajo de esta cifra hay capas de violencia, muchas veces invisibles, que ocurren en el ámbito más íntimo y confiable de una persona: el hogar.

El enero de 2024, la comunidad argentina se vio conmocionada por una serie de femicidios que sacudieron al país, incluida una muerte particularmente impactante en la zona rural de Santiago del Estero. Estos actos no son incidentes aislados, sino manifestaciones de una crisis social y cultural arraigada. La Dra. Canevari resalta que la mayoría de las víctimas son asesinadas por su pareja o ex pareja, ilustrando así la naturaleza traicionera de la violencia de género: el peligro a menudo acecha donde las mujeres deberían sentirse más seguras.

Este panorama requiere una reflexión profunda y, sobre todo, acción. No es solo una cuestión de números, sino de vidas truncadas, de sueños desvanecidos y de familias destrozadas. La violencia de género es un ciclo perverso que, alimentado por el silencio y la impunidad, se perpetúa a sí mismo. Romper este ciclo es imperativo y solo puede lograrse mediante la concienciación, la educación y un firme compromiso para cambiar las normativas y estructuras sociales que lo sostienen.

La lucha contra el femicidio en Argentina es, en realidad, una lucha contra un enemigo multifacético. Implica enfrentar prejuicios culturales arraigados, combatir la impunidad legal y promover un cambio en la dinámica de las relaciones de poder. Requiere la participación activa de todos los sectores de la sociedad: desde el sistema judicial y las fuerzas de seguridad hasta las instituciones educativas, los medios de comunicación y cada individuo.

La Dra. Canevari y el INDES están en la vanguardia de esta batalla, trabajando incansablemente para arrojar luz sobre la magnitud del problema y buscando soluciones efectivas. Sin embargo, su lucha no debería ser solitaria. Es responsabilidad de todos crear un ambiente en el que la seguridad y la dignidad de las mujeres sean prioridades inquebrantables.

Mientras el país sigue buscando maneras de enfrentar y prevenir la violencia de género, una cosa está clara: el silencio no es una opción. Solo al hablar, educar y actuar podremos esperar desmantelar este iceberg de violencia y construir una sociedad donde cada mujer tenga la libertad y la seguridad de vivir sin miedo.