La historia del beso: un viaje por culturas y amor

La historia del beso: un viaje por culturas y amor


El beso, ese gesto tan universal como antiguo, esconde tras de sí una rica historia que se entrelaza con el desarrollo de las civilizaciones, la cultura y el erotismo a lo largo de los milenios. Desde la intimidad de una tablilla de arcilla babilónica datada en 1800 a.C., que muestra a una pareja desnuda compartiendo un momento de cercanía, hasta las reflexiones contemporáneas sobre sus orígenes y significados, el beso ha sido un tema de fascinación y estudio.

Sophie Lund Rasmussen y Troels Pank Arboll, ambos académicos con un interés compartido en la asiriología, decidieron explorar en profundidad la historia del beso. Su curiosidad les llevó a compilar un vasto rompecabezas histórico que no solo refleja su amor compartido, sino también su dedicación a una disciplina que estudia las antiguas civilizaciones de Mesopotamia. A través de su trabajo, estos investigadores nos invitan a considerar el beso no solo como una expresión de afecto, sino como una práctica con profundas raíces en la interacción social y cultural de las civilizaciones pasadas.

El estudio del beso revela que su práctica como señal de deseo o convenio social se remonta a las civilizaciones clásicas, donde tenía una presencia notable en la vida cotidiana y ritual. Sin embargo, la atribución de su origen a una cultura o sociedad específica es compleja, dada la amplitud y diversidad de evidencias que existen al respecto. La investigación de Rasmussen y Arboll, que vincula el herpes labial y los besos boca a boca con la Edad del Bronce, sugiere que el sur de Asia podría ser el punto de inicio de esta costumbre, remontando sus primeros registros literarios hasta los manuscritos védicos de la India alrededor del año 1500 a.C.

Esta costumbre evolucionó y se difundió, llegando al Mediterráneo hacia el 300 a.C., influenciada por el retorno de las tropas de Alejandro Magno desde el norte de la India. Los textos cuneiformes de Mesopotamia y Egipto brindan evidencia de besos íntimos que datan de milenios antes, desafiando la hipótesis de un único origen geográfico o cultural del beso. El estudio de Rasmussen y Arboll propone que el beso, lejos de ser una práctica aislada, era común en una variedad de culturas antiguas, con registros que se remontan al menos hasta el tercer milenio antes de Cristo.

El Cilindro de Barton, una tablilla de arcilla sumeria que data cerca del 2400 a.C., contiene lo que podría ser el relato más antiguo de un beso, evidenciando que esta práctica ya formaba parte del romance y las interacciones sociales en el Medio Oriente. El mito sumerio de la creación, grabado en este cilindro, ilustra cómo los besos seguían a las relaciones sexuales en las representaciones literarias de la época, sugiriendo un papel del beso como un acto posterior a la intimidad.

A lo largo de la historia, el beso ha sido reflejado en la literatura y el arte, desde el Antiguo Testamento hasta la poesía de Homero. Las percepciones culturales sobre el beso han variado enormemente, desde ser considerado un acto de amor y conexión hasta ser visto con desdén o incluso prohibido por razones de decencia o salud, como en el caso del emperador Tiberio en el siglo I d.C.

El beso, en su esencia, es un acto que encapsula la complejidad de las relaciones humanas, la atracción y el amor. Como sugiere Rasmussen, evolucionó como una forma de evaluar a las parejas potenciales a través de sus olores y sabores, uniendo a las personas en un intercambio íntimo y sensorial. La historia del beso nos invita a reflexionar sobre cómo este simple gesto continúa siendo un símbolo poderoso del amor humano, un "cemento dulce y seguro" que une a las personas en la expresión más pura de sus emociones y deseos.



Fecha de publicación: 2024-02-16 15:23:49

Categoría: Historia