En el corazón de Centroamérica se encuentra un conflicto territorial no resuelto que, aunque rara vez ocupa los titulares internacionales, sigue siendo una fuente de tensión y preocupación regional: la disputa entre Belice y Guatemala. Este conflicto, enraizado en siglos de historia colonial y desacuerdos geopolíticos, ofrece una ventana a las complejidades de las relaciones internacionales en una de las regiones más vibrantes y diversas del mundo.

La disputa se hizo palpable recientemente cuando un grupo de reporteros, encabezados por Simon Romero y el fotógrafo Alejandro Cegarra, emprendieron un viaje a través de Belice para entender de primera mano las dinámicas de este conflicto. Navegando por el río Sarstoon, una zona de especial tensión entre ambos países, el equipo experimentó un encuentro tenso con militares guatemaltecos. En un área rodeada de manglares, hogar de jaguares y monos aulladores, un lugar que parece más adecuado para una expedición de naturaleza que para disputas internacionales, los reporteros se encontraron cara a cara con la realidad política de la región.

Belice, conocido por su pasado como refugio de piratas británicos y su estatus como el único país de habla inglesa en Centroamérica, enfrenta a Guatemala, una nación con una población 36 veces mayor. La discrepancia territorial se centra en una vasta porción de tierra que Guatemala reclama como propia, un reclamo histórico que se remonta a tratados coloniales y acuerdos que ambos países interpretan de manera diferente.

El incidente en el río Sarstoon es emblemático de las tensiones que prevalecen. Militares guatemaltecos, al ver al grupo de reporteros y voluntarios beliceños, les acusaron de invadir aguas guatemaltecas y les ordenaron dirigirse a la comandancia guatemalteca más cercana. Wil Maheia, líder del grupo beliceño, se mantuvo firme, declarando que estaban en aguas beliceñas y acusando a los militares de invasión. Este enfrentamiento simboliza la frágil línea que separa la diplomacia de la confrontación directa en este conflicto latente.

Más allá de los riesgos de enfrentamientos militares, que parecen remotos pero no imposibles, hay preocupaciones crecientes sobre las actividades ilícitas en la zona en disputa. El contrabando, la tala ilegal y el narcotráfico son problemas que se ven exacerbados por la falta de claridad y cooperación en la frontera. Estas actividades no solo amenazan la seguridad de ambos países sino que también ponen en riesgo los ecosistemas únicos que caracterizan a la región.

La disputa territorial entre Belice y Guatemala requiere de atención internacional y regional para encontrar una solución pacífica y duradera. La historia nos enseña que los conflictos territoriales pueden permanecer latentes durante décadas, incluso siglos, pero también nos muestra que el diálogo y la cooperación pueden conducir a soluciones sostenibles que respeten los derechos y aspiraciones de todas las partes involucradas.

La historia de Belice y Guatemala es un recordatorio de que los vestigios del colonialismo aún tienen el poder de influir en las relaciones internacionales contemporáneas. Sin embargo, también ofrece la esperanza de que, a través del diálogo y el entendimiento mutuo, las naciones pueden superar sus diferencias. La comunidad internacional debe apoyar a Belice y Guatemala en su búsqueda de una resolución pacífica, asegurando que este conflicto político latente no se convierta en una crisis abierta.