Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil, denunció públicamente una persecución judicial por parte del Supremo Tribunal Federal (STF) y solicitó una ley de amnistía para los acusados de intentar un golpe de estado contra el actual presidente, Luiz Inácio Lula da Silva. Durante un evento en San Pablo, financiado por un conocido pastor ultraderechista, Bolsonaro se dirigió a una considerable multitud, marcando el acto como la mayor movilización desde la victoria electoral de Lula. En este contexto, el expresidente expresó su deseo de limpiar su nombre y el de sus seguidores, proponiendo una reconciliación nacional para superar las divisiones políticas. Esta petición se produce tras la confiscación de su pasaporte por una investigación judicial que lo acusa de planificar una intervención militar en el proceso electoral.

Con firmeza y vestido con un chaleco antibalas bajo una camiseta de la selección brasileña, Bolsonaro relató las adversidades enfrentadas desde su salida del poder, incluyendo acusaciones que van desde la malversación de fondos hasta la conspiración para un golpe de estado. El expresidente rechazó todas las acusaciones, argumentando que nunca buscó subvertir la democracia y enfatizó su intención de promover la paz y el entendimiento entre los brasileños. Destacó la absurda naturaleza de las acusaciones en su contra, desde perturbar a la fauna marina hasta involucrarse en conspiraciones no corroboradas, y defendió su actuación dentro de los márgenes de la Constitución brasileña. Este discurso se enmarca en un intento por clarificar su posición y movilizar apoyo popular en un momento de creciente polarización política en Brasil.

En un gesto hacia sus seguidores más comprometidos, Bolsonaro propuso una ley de amnistía similar a la de 1979, que facilitó la transición desde la dictadura militar en Brasil pero dejó sin resolver numerosos crímenes del régimen. El expresidente argumentó que esta medida es necesaria para hacer justicia por aquellos "pobres" que están detenidos por su participación en los disturbios del 8 de enero de 2023, a quienes considera víctimas de condenas excesivas. Esta solicitud ha suscitado un debate sobre el equilibrio entre la justicia y la reconciliación nacional, especialmente en un contexto donde las acciones de algunos seguidores han sido severamente penalizadas por atentar contra el estado de derecho. Bolsonaro busca, con esta propuesta, no solo la liberación de sus seguidores sino también reafirmar su influencia política de cara a futuras elecciones.

El evento también sirvió como plataforma para manifestar apoyo a líderes de ultraderecha de la región, específicamente a Javier Milei, presidente de Argentina. Los simpatizantes de Bolsonaro expresaron su respaldo a Milei, viéndolo como un aliado en la lucha contra el comunismo en Sudamérica. La presencia de símbolos como la bandera de Brasil, la bandera de Israel, y la imagen de un león destacaron en la multitud, simbolizando un frente unido de conservadurismo político y apoyo mutuo entre Brasil y Argentina. Este respaldo transnacional refleja la solidaridad entre movimientos de ultraderecha en la región y destaca cómo figuras políticas como Bolsonaro y Milei se convierten en símbolos de una ideología compartida. El encuentro en San Pablo no solo fue un momento para la reivindicación política de Bolsonaro sino también un punto de encuentro para seguidores de la ultraderecha en América Latina.

Jair Bolsonaro aprovechó esta masiva reunión en San Pablo para vocalizar su descontento con el sistema judicial brasileño, proponer soluciones para sus seguidores encarcelados y expresar solidaridad con figuras políticas afines en la región. El acto reflejó la persistente división en la sociedad brasileña y la continua influencia de Bolsonaro en el escenario político nacional e internacional.