Haití, una nación marcada por la adversidad, enfrenta hoy una de las crisis más severas en su historia. Desde el asesinato de su presidente Jovenel Moïse en 2011, el país se ha sumergido en un torbellino de caos y desesperación. A pesar de la resiliencia de su gente, la situación se agrava día con día, configurando un escenario que bien podría describirse como un cóctel destructivo, compuesto por cuatro ingredientes principales: injerencia extranjera, populismo, violencia e impunidad.

1. Injerencia Extranjera:

La influencia de potencias extranjeras como Estados Unidos, Francia, Canadá y organismos como la ONU, bajo la agrupación conocida como Core Group, ha sido una constante en la política haitiana. Esta influencia ha trascendido la diplomacia convencional, llegando a manipular resultados electorales y apoyar gobiernos que, en muchos casos, han resultado ser marionetas de intereses foráneos. Por ejemplo, se acusa al gobierno actual de complicidad en crímenes y vínculos con bandas armadas, sin embargo, su permanencia en el poder parece ser una prioridad para estas potencias.

2. Populismo:

El populismo emerge como una amenaza para el desarrollo y la democracia en Haití. Figuras como Guy Philippe, quien tras ser condenado en EE.UU. por delitos relacionados con el narcotráfico, regresa a Haití autoproclamándose líder revolucionario, encarnan este fenómeno. Su discurso, aunque seductor para una población descontenta y cansada de la corrupción y el desgobierno, no deja de ser una ironía, dadas sus propias vinculaciones con regímenes corruptos y prácticas cuestionables.

3. Violencia:

La violencia, alimentada y utilizada por el gobierno actual para mantenerse en el poder, es otro de los grandes males que aquejan a Haití. La complicidad entre el gobierno y las pandillas es un secreto a voces. Esta alianza siniestra ha saboteado iniciativas de autodefensa popular y ha desmoralizado a las fuerzas de seguridad nacionales. Además, la presencia de fuerzas extranjeras en el país ha hecho poco para resolver esta situación, y en muchos casos, ha contribuido a agravarla.

4. Impunidad:

La impunidad es, quizás, el ingrediente más corrosivo de este cóctel. Haití se ha caracterizado por ser un terreno fértil para la corrupción, donde raramente se procesa a funcionarios por delitos graves. El asesinato del presidente Moïse es un claro ejemplo de esto, donde la obstrucción judicial y la falta de transparencia han sido la norma. Esta impunidad socava cualquier intento de establecer un estado de derecho y fomenta un ciclo vicioso de corrupción y mal gobierno.

En este contexto, es evidente que cualquier solución a la crisis haitiana debe abordar estos cuatro puntos críticos. Solo así se podrá sentar las bases para un cambio real y duradero, que permita al pueblo haitiano tomar las riendas de su destino y reconstruir su nación sobre cimientos sólidos de justicia, equidad y respeto por la ley.

---

Por otro lado, en un ámbito más ligero y deportivo, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, tuvo un encuentro amistoso con los jugadores del Inter Miami, incluyendo a la estrella del fútbol, Lionel Messi. Este gesto de camaradería resalta la influencia del deporte como un puente entre líderes y culturas, y ofrece un momento de distensión en un contexto global lleno de desafíos y tensiones.