En las calles de Guatemala, una marcha resonó con fuerza, llevando el eco de un pasado que se niega a ser olvidado. Indígenas de diversas regiones se congregaron para conmemorar el Día Nacional de la Dignificación de las Víctimas del Conflicto Armado Interno, una herida abierta que data de 1960 a 1996 Esta fecha se convirtió en un símbolo de resistencia y demanda por la justicia y la reparación. La comunidad indígena, portando retratos y cruces de madera con los nombres de sus seres queridos desaparecidos, pidió al Gobierno de Bernardo Arévalo de León retomar las políticas reparatorias y continuar la búsqueda de los miles de desaparecidos. Elva Sep, una líder entre las familias de las víctimas, instó al presidente a cumplir con los acuerdos de paz, lamentando la debilidad institucional dejada por mandatos anteriores en este ámbito.

La marcha no solo fue un acto de memoria, sino también una clara demanda de justicia ante un sistema que, según denuncian, ha liberado a militares de alto rango acusados de cometer masacres y desapariciones forzadas Durante las dictaduras de Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt, Guatemala vivió algunos de los episodios más oscuros de su historia reciente, con más de 250,000 víctimas entre muertos y desaparecidos y 626 masacres registradas por la Comisión de Esclarecimiento Histórico. La administración del expresidente Alejandro Giammattei es señalada por desmantelar las instituciones destinadas a resarcir a las víctimas, aumentando la preocupación de que la impunidad continúe prevaleciendo.

La conmemoración tuvo momentos de especial significación, como el acto simbólico del cambio de la Rosa de la Paz, llevado a cabo por la vicepresidenta Karin Herrera y Elva Sep en el Palacio Nacional de la Cultura Este gesto simboliza la esperanza y el compromiso con la paz y la justicia en Guatemala. La presencia de los sobrevivientes y las familias de las víctimas en estos actos no solo honra a quienes sufrieron durante el conflicto armado, sino que también reafirma la necesidad de una memoria colectiva que impida la repetición de tales atrocidades.

La marcha de los indígenas guatemaltecos es un recordatorio poderoso de la resiliencia frente a la adversidad y la injusticia. A través de sus voces, se pide no solo el esclarecimiento del destino de los desaparecidos, sino también una reparación que trascienda lo material y llegue a lo más profundo del tejido social. En este contexto, el gobierno de Bernardo Arévalo de León se encuentra ante la oportunidad histórica de cerrar capítulos dolorosos mediante acciones concretas que respondan a las demandas de verdad, justicia y reparación. La marcha, más allá de un evento anual, se convierte en un símbolo de la lucha continua por una sociedad donde la dignidad de todas las víctimas sea plenamente reconocida y valorada.