El 2023 marca un hito importante en las relaciones internacionales de Ecuador, con la ratificación de un tratado de libre comercio (TLC) con China. Este acontecimiento no solo simboliza un fortalecimiento en los lazos comerciales entre ambos países, sino que también despierta un amplio espectro de opiniones que van desde el optimismo económico hasta la preocupación por posibles repercusiones ambientales y sociales.

En un movimiento significativo, la Asamblea Nacional de Ecuador ha dado luz verde al acuerdo comercial con China, posicionando a Ecuador como el cuarto país latinoamericano en activar un TLC con la potencia asiática, siguiendo los pasos de Chile, Perú, y Costa Rica. Tras una sesión de tres horas, marcada por intensos debates, el tratado fue ratificado con 76 votos a favor, contrastando con 23 votos en contra y 35 abstenciones. Este proceso subraya un momento crucial en la política y economía ecuatoriana, enfatizando la importancia de la cooperación internacional y el comercio exterior en la estrategia de desarrollo nacional.

China se ha consolidado como el principal socio comercial de Ecuador, superando a Estados Unidos en términos de exportaciones no petroleras. Con un volumen de intercambio comercial que alcanzó los $12,295 millones en 2022, este TLC promete abrir las puertas a una diversificación aún mayor de la economía ecuatoriana. La liberación inmediata de aranceles para el 50% de la oferta exportable ecuatoriana hacia China, que eventualmente se extenderá al 99.6% en una década, representa una oportunidad sin precedentes para el sector productivo, en especial para las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), así como para la economía popular y solidaria. Este acuerdo se anticipa que generará ingresos por exportaciones por más de $8,000 millones y creará alrededor de 50,000 nuevos empleos en los próximos cinco años, fortaleciendo la presencia de Ecuador en un mercado de 1,400 millones de personas.

A pesar del optimismo económico, el TLC con China no ha estado exento de críticas, especialmente de grupos indígenas, ambientalistas, y ecologistas, quienes expresan preocupaciones sobre el posible ingreso de residuos tóxicos y la explotación pesquera en aguas ecuatorianas. Estas preocupaciones se centran en el impacto ambiental y la preservación de la biodiversidad, temiendo que el acuerdo intensifique problemas como la deforestación, la pérdida de biodiversidad, y la contaminación. Sin embargo, desde el sector empresarial se argumenta que el TLC mantiene intacta la soberanía del país para regular la entrada de productos potencialmente dañinos, enfatizando que el acuerdo no limita la capacidad de Ecuador para proteger su medio ambiente y salud pública.

El TLC entre Ecuador y China es un reflejo de la complejidad inherente a la globalización y el comercio internacional, donde las oportunidades económicas deben equilibrarse cuidadosamente con la responsabilidad ambiental y social. Mientras que este acuerdo promete ser un catalizador para el crecimiento económico y la diversificación, es imperativo que Ecuador mantenga un compromiso firme con la protección ambiental y los derechos sociales, asegurando que el desarrollo económico no se realice a expensas del patrimonio natural y cultural del país. En última instancia, el éxito de este TLC dependerá de la capacidad de Ecuador para navegar estos desafíos, maximizando los beneficios económicos mientras protege celosamente sus recursos y comunidades.