Al tomar las riendas del G20, Brasil inyecta nueva energía en el debate internacional con un fuerte llamamiento a la reforma de las Naciones Unidas (ONU) y otras entidades de gobernanza mundial. Durante una reunión clave en Río de Janeiro, el ministro de Asuntos Exteriores, Mauro Vieira, puso el dedo en la llaga al criticar la incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU para manejar conflictos contemporáneos, como los que actualmente azotan a Ucrania y la Franja de Gaza. Esta postura refleja una preocupación creciente sobre la eficacia de las instituciones multilaterales frente a crisis globales.

La presidencia brasileña no solo se centra en la crítica sino también en la acción. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva propone una reforma ambiciosa que incluye una mayor inclusión de países en desarrollo en organismos como la ONU, la Organización Mundial de Comercio, y los bancos multilaterales. Esta propuesta busca expandir el Consejo de Seguridad, agregando miembros de África, Latinoamérica, así como la India, Alemania, y Japón, y plantea un cuestionamiento al derecho de veto, buscando una toma de decisiones más democrática y representativa.

Sin embargo, la ambición de Brasil enfrenta obstáculos significativos. Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad han mostrado resistencia a reformas que podrían diluir su poder. A esto se suma el análisis de expertos como Lucas Pereira Rezende, quien señala la actual crisis de la ONU y el momento inoportuno para emprender tales cambios. A pesar de esto, Brasil no disminuye su empeño, mostrando una "profunda preocupación" por la proliferación de conflictos globales y el excesivo gasto en presupuestos militares, abogando por una redistribución hacia el desarrollo y la lucha contra las desigualdades y el cambio climático.

En un esfuerzo por fortalecer alianzas y abordar temas de gobernanza global, Lula se reunió con el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en Brasilia. Este encuentro, que precedió a la reunión del G20, sirvió de plataforma para discutir no solo la reforma institucional sino también conflictos actuales como el de la Franja de Gaza, enfatizando la importancia de la ayuda humanitaria y la protección de civiles.

La presidencia de Lula marca un cambio significativo en la diplomacia brasileña, especialmente tras las tensiones con Israel por sus comentarios sobre la Franja de Gaza. A pesar de los desafíos diplomáticos, Brasil busca reafirmarse como un actor clave en la diplomacia global, intentando mediar en conflictos y promoviendo una agenda de reformas que, aunque ambiciosa, refleja una voluntad de adaptar las estructuras de gobernanza internacional a las realidades del siglo XXI.

La presidencia de Brasil en el G20 se presenta como un momento de oportunidad y desafío. Con el llamado a la reforma de la ONU y otras instituciones, Brasil busca no solo una mayor equidad en la representación global sino también una respuesta más efectiva a los conflictos y desigualdades que marcan nuestra era. Aunque el camino hacia el cambio es complejo y lleno de obstáculos, la determinación de Brasil de impulsar estas reformas podría marcar el comienzo de una nueva dinámica en las relaciones internacionales, donde el diálogo, la cooperación y la inclusión sean los pilares de un mundo más equitativo y pacífico.